Thursday, June 11, 2009

Ciudad/


Un dólar. Hillary Clinton, un dólar.

¿Qué es un dólar?

Puede ser muchas cosas, en efecto. Puede ser, en Bogotá, algo menos de un paquete de cigarrillos, tres empanadas, una peluqueada en la Caracas o un porro gordo y repleto de semillas de la marihuana más fea que se encuentra en la ciudad. 

Acá, también, un dolar puede ser muchas cosas. Puede ser, por ejemplo, cinco dumpligs de vegetales o de cerdo en Chinatown, con lo que queda uno medio almorzado, o un pedazo de la clásica y grasosa pizza neoyorkina en el West Village, con la que uno queda medio almorzado y medio muerto, o una lata de soda en cualquier tienda de la ciudad, sea ésta de Coca-Cola, Pepsi o Sprite. Pero nada más. Ni siquiera una montada en el metro, una baraja de cartas, un periódico o un te. Nada.

Mucho se habla sobre el billete de un dólar, sobre sus significados e implicaciones.  Sobre la necesidad de volverlo moneda, por ejemplo, hecho que se está produciendo sin mucho entusiasmo, pues las monedas no son frecuentes y uno, más bien, todavía termina todos los días con un fajo enorme de billetes que sin embargo solo vale 12 dólares, dos cervezas en un pub o una pizza algo más sofisticada en un restaurante. La razón, tal vez, puede ser que los gringos les tienen miedo a un mundo sin billetes de un dólar, representante éste del poderío hegemónico de la moneda que representa. Por eso le dedican mitos, 2 películas y estudios sobre conspiraciones. Porque el billete de un dólar, ese que compra un pedazo de pizza de queso, otro símbolo de este país de estados, es como una segunda bandera para los gringos, una bandera que los hace Potencia, la Primera Potencia, una bandera que los puso por encima de todos durante todo el siglo pasado.

Ahora bien, ¿qué será del billete de un dólar tras esta profunda crisis en la que se encuentra la economía del país que en Él confía? Ni Él lo sabe.

 

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